Hay que tener un delirio de optimismo sin desarbolarlo con ideas negativas y retorcidas y sin ningún ensañamiento con nadie porque la mejor cortesía es ser amable y afectuoso, pero no derretirse en loas mucho menos en zalamerías barriobajeras, hay que ser el que se es y no crear dioses terrenales que después lo dominen. Hay que poseer un profuso estudio de sus emociones, esa es la grandeza del hombre, que no tiene nada que ver suculentos ingresos económicos.
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