Recientemente llamó mi atención una conversación que sostenían dos señoras sobre el próximo incremento del precio del gas licuado.
Era una de esas charlas tan coloquiales, en las que sin lenguaje prefabricado, se vierten razones muy válidas sobre el diario vivir.
Una de ellas decía que no entendía eso del subsidio; lo del recibo de la luz; lo de un papel que le dieron; y que quizás solo era una bulla.
Pero... mire –recalcó–, a otras cosas ya les aumentaron...
Y así transcurrió el conversatorio que finalizó una de ellas diciendo: “Es que mire, cuando hay bulla, no hay puntada sin hilo; de seguro que le van a venir subiendo al tambo de gas”.
La charla de esas dos señoras aludía a ese famoso subsidio del gas licuado que ya no se va a poder dar y a que como resultado el valor de cada tambo va a valer más.
Subsidio es un término derivado del latin “subsidium” que se entiende como prestación pública asistencial de carácter económico y de duración determinada.
Un subsidio es la diferencia entre el precio real de un bien o servicio y el precio cobrado al consumidor de estos bienes o servicios. Dentro de ello está el subsidio directo que es el que el gobierno paga como una parte del servicio a algunos consumidores. Ahora bien el diccionario dice: Subsidio es ayuda o auxilio económico o extraordinario concedido por un organismo oficial.
Alguien dijo que la economía para un gobierno es como montar en bicicleta en la que para seguir avanzando hay que mantener el equilibrio; y es que también la economía de un país crece cuando producimos los ciudadanos, no cuando gasta un gobierno.
Sin duda, se necesita seguir subsidiando el gas licuado en esta depauperada situación que vivimos los salvadoreños. Es sabido que el gobierno está haciendo esfuerzos ingentes para no dañar el bolsillo de los salvadoreños. También es comprensible por muchos ciudadanos que el gobierno no tiene recursos por la misma crisis mundial. Pero el problema de este aumento en el precio del gas no se verá mucho en las grandes empresas ni en las medianas, sino se va a sentir en la microempresa en los dueños de pequeños negocios, verbigracia las pupuserías, que son las que más consumen diariamente gas licuado, y también en similares grupos de trabajo que a la vez de ser pequeños negocitos son fuentes indirectas de empleo y hasta de supervivencia de familias enteras que de ellos están subsistiendo, cuando ninguno de ellos está trabajando.
El gobierno debería de ir subiendo gradualmente el incremento del valor de los famosos tambos de gas, con la anuencia de representantes de estos pequeños negocios.
Así como en algunos países la comida tradicional de la gente son las hamburguesas, en nuestro medio lo son en gran medida las pupusas.
Aquí se puede encarecer cualquier cosa, pero para nosotros los guanacos son las pupusas, que son con las que nos hemos alimentado desde niños, por lo que no debe propiciarse que se encarezcan.
Los salvadoreños sabemos que esta situación tiene que pasar, que no nos damos por vencidos fácilmente, que estamos aprendiendo a vivir con la crisis, que cuando surge la necesidad surge la vitalidad laboral de nuestro espíritu. Son más de 100,000 pequeños negocios en el país a los que debemos defender.
Hay que encontrarle la punta del ovillo del conversatorio que hablaban las dos señoras a las cuales me referí al iniciar este artículo.
Excelente articulo, hay un detalle: las pupusas se ven amenazadas hasta extinguirse... ¿por que?porque quizas se haran mas baratas,mas accesibles y mas competitivas las hamburguesas que las pupusas porque nos hemos acostumbrado a comer mas cosas de afuera que lo nuestro(echale la culpa a la transculturizacion) y con el marketing y publicidad de las transnacionales chatarreras... es evidente que habra un vencedor y eso, solo el tiempo lo dira... saludos.
ResponderEliminarhe aqui de lo que te platicaba: http://es.wikipedia.org/wiki/Procrastinaci%C3%B3n