Fui al hospital de mi ciudad hace unos días, de emergencia, mi consorte se puso enferma de un pie, inicialmente tomaron los datos de mi cónyuge, un médico vestido con un atuendo gris pálido, sirviendo en la parte administrativa y médica pregunto que tenía, repentistamente conteste, me dijo “no le pregunto a usted, es a ella”, mi boca fue callada de ipso facto, por la naturaleza de mi vocación no me gustó, estaba a merced y mi fuerza imposibilitada, observe atentamente la traca de preguntas sintomáticas del dolor del pie, mi silencio y asintiendo mi cabeza, mermo la rigidez del galeno y hubo un vaivén de cuello como sinónimo de que ya podía hacer preguntas, pero ignoré esa insinuación, pasamos dos horas en que tomaran datos y hicieran los primeros auxilios, después fue ingresada a la respectiva sala de mujeres con esa clase de dolamas, el enfermero que la conducía en la silla de ruedas, muy platicador y atento haciendo honor a su labor, nos amaino nuestra ansiedad, en los pasillos me encontré con un médico conocido, en una forma rápida le conté lo que le pasaba y me dijo “ no se preocupe ya la vamos atender y muy pronto va a estar bien” esas palabras me dieron mas tranquilidad, cuando llegamos a la esperada sala el asistente me pidió unos datos de ella, con una amabilidad y cortesía y me dijo, que si yo había asistido a unas capacitaciones de informática en tal época y en tal institución le dije que si y recordé que habíamos sido compañeros de cursos tecnológicos dichosamente mi estragada memoria guardaba esa imagen todavía en el archivo y pudimos homologar remembranzas de cursos pretéritos en una tertulia rápida y sin muchos prólogos. Al día siguiente muy temprano estaba esperando la hora de visitas cuando una médica estaba en la puerta de la sala y le pregunté como seguía mi pariente y me dijo que mucho mejor.
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