No culpes a Dios por las dolamas o por las limitaciones que puedas tener, ni propales su inexistencia. Trata de encontrarte en lo más recóndito de tu corazón. No hay formulas pre-concebidas para orar y meditar, simplemente hay que platicar con El, y si alguien te viera hablando solo y pueda prejuiciar tu cordura. Enviñetate como el loco más feliz de la tierra. Dicen los preclaros conocedores de la naturaleza humana que cuando uno ora le habla a Dios y cuando se medita Dios le habla a uno.
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