La
gran mayoría de las personas somos inconstantes en nuestros propósitos. Se
cocina una buena idea en nuestro cerebro, le ponemos los condimentos, aderezos
y sustancias que le dan el mejor sazón. De pronto y muy presto se nos ocurre
que no va a quedar bien cocinado, que no le vamos a dar el buen sabor y
desistimos de hacer parte del arte culinario, simplemente porque nuestro
cerebro nos dice que somos malos cocineros. No somos malos cocineros, lo que no
podemos a veces es combinar los componentes nutricionales, nos falta la llama
del entusiasmo. Es más difícil hacer un omelet que cocinar unas ideas de
prosperidad en nuestro inseguro cerebro.