La historia recoge que muchos funcionarios no les gusta dar audiencias o sea atender a la gente en sus respectivos despachos, se piensa que solo llegamos a pedir. Con media hora diaria que atendiera un funcionario podría recibir a tres personas con un mínimo de tiempo de diez minutos, en la semana son quince personas que se atienden. Es entendible y todavía comprensible que cuando se está en cargos altos, hay una serie de actividades que consumen el tiempo, como reuniones, capacitaciones, conferencias, charlas. Poniéndole esa sabiduría filosófica, cada vez que se atiende a una persona, se sabe cuales son las necesidades primarias de un pueblo y da la pauta para encauzar mejores puntos de vista. Dios da audiencia a todos cuando nos escucha, porque no imitarlo.
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